Tras el curso de los anocheceres,
seguimos existiendo.
Mientras la vida es eso que pasa
al mirar nuestros pies.
Siempre siendo presas fáciles del tiempo,
que nos sodomiza a su antojo.
Y sonriendo vino a mí,
la Desesperanza.
Me abrazó con manos de hermana.
Me lamió las heridas,
para llevarme al fondo oscuro
cintilleante de ecos y palabras nunca pronunciadas.
En esta noche le dedico una lágrima
y una sonrisa.
Ella, fulgurante, me devuelve esta última.
Y me dice "adéntrate en mí".
Fue mi lecho, mi cobijo, mi consuelo.
Fue mi cobijo, mi lecho, mi consuelo.