Caer, caer, desearía caer otra vez.
Desearía decirte que te recuerdo a cada instante.
Que te veo hasta en los lugares más extraños.
Que tu presencia me persigue incesante.
Miro hacia la ventana y sólo pienso:
te echo tanto de menos.
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jueves, 3 de enero de 2013
Auto castigo
Hoy vuelve a apresarme la desesperanza.
No sé cuánto llevo aquí sentada
mirando todo y viendo nada.
Hoy los ánimos decrecen,
y frente a mis ojos aparece clavada, su mirada.
También hoy he buscado ese sufrimiento.
Ese meter el dedo en la llaga.
Y más cruel es en fin, pues es mi propio dedo.
Es la dicotomía
de lo que quiere ser algo y no puede serlo.
Y si quizás haya dos almas desdichadas
es porque yo así lo he decidido.
No hay para mí mayor tormento
de conocer, a ratos, lo que mi persona
ha inflingido.
En estos lodos en los que flotamos
y de los que yo creía estar saliendo,
a veces caigo, y naufrago.
Y sé que volveré a naufragar, y ése es otro tormento.
Porque al final, en mi propia yaga,
acabo siempre metiendo yo el dedo.
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