Etiquetas

domingo, 23 de septiembre de 2012

Contacto

En un silencio no provocado,
alargué la mano para tocar aquella otra
que no era mía.

Y de pronto el cielo apareció claro,
simple y nuevo, recién creado.

La mente sucumbió a aquel encanto,
poderoso y hechizante,
de la piel, al tacto.

Aún no había amor, pero tampoco miedo,
sólo un desvanecimiento
de cualquier otro pensamiento.

Todo apareció en orden, alineado,
entre aquellos brazos,
bajo la sombra de sus labios.

No lloré en su hombro,
no pensé bajo su cuerpo,
sólo sentí que todo estaba correcto,
y que él empezaba a ser necesario.

Incertidumbre

A veces la vida parece incierta, nublada.
Aparecemos tras su telón y simplemente,
olvidamos nuestras líneas.
Desconocemos nuestro papel
ante la audiencia anonadada.

Tratamos de aventurar, de adivinar nuestro camino.
Y en esa travesía nos perdemos,
nos desviamos y atolondramos.
Miramos alrededor, preocupándonos
o sucumbimos al olvido.

Contemplamos un lienzo en blanco
esperando que de él salga algún color
dibujado por una mano invisible
que alinee nuestras cuerdas
o nos lea nuestro propio cuento.

Y mientras tanto andamos sin conocer nuestra senda,
Confiamos en que otros tomen decisiones,
obsesionándonos constantemente con las respuestas
a esos silencios prolongados, siendo presas
de aquello que nos consume o nos descarta,
en esa vida que a veces parece incierta.

lunes, 17 de septiembre de 2012

Tacto eléctrico

Ya le conocía, no de mucho, pero le conocía. No tenía demasiadas sensaciones generales acerca de él. No me dio tiempo a formarlas. Al cabo de un tiempo volvimos a coincidir, en una situación compleja, y empecé a hacerme una idea. El otro día nos vimos, y nada pasó. A los dos días nos vimos, y nada pasó. Me quedé con la sensación de que había cosas que estábamos reprimiendo, de que ninguno se atrevía a avanzar. Las mismas situaciones se repetían sin ir un paso más allá. Y sabía que coincidiría con él otra vez.

Al día siguiente volvimos a vernos, junto con más gente que observaba, que anunciaba veredictos con la mirada. Ése fue el día. Inocente jueguecito con un hielo que originó la situación contenida. Los labios explotaron, las manos salieron a pasear. Y no, ahí no pude contenerme. El tacto era eléctrico. El golpe contra la pared fue demoledor e intenso, necesitado. El ansia era febril. La interrupción, como sólo ellas pueden serlo, inoportuna. Y aún otra vez la unión volvió a ser chispeante. Acompasada de un extraño modo, orquestada, rítmica, pasional, veloz. Como el miedo condensado con el dejarse llevar. Noté sus labios suaves, cálidos, gruesos contra los míos. Sus manos deslizándose por mi cuerpo, suaves y firmes, agarrándome con cariño pero partiéndome en dos, levantándome una pierna, aproximándose a mí, acercándome a él. Mis dedos revoloteaban a través de su ropa, sin parar, notanto la piel desnuda llena de matices, ondeando entre su pelo, palpando sus abdominales, enzarzados con fuerza en su espalda, atrayéndole por el cuello.


Fue un good feeling. Nunca sabré cómo fue esa noche para él, o quizás sí.

No es ese día

Llegará el día en el que me veáis perecer.
Hoy no es ese día.
Llegará el día en el que se me atraganten las palabras.
Hoy no es ese día.
Llegará el día en que no vea la luz al final del camino.
Hoy no es ese día.
Llegará el día en que no nos quede nada por lo que luchar.
Hoy no es ese día.
Llegará el momento en el que no me queden sonrisas.
Ahora no es ese momento.
Llegará el día en que sólo sintamos rencor, en el que nos intenten derruir, en el que nuestras esperanzas se desvanezcan, en que se evapore la chispa.

No, hoy no es ese día.