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miércoles, 18 de mayo de 2011

Inexistente realidad

Ahora ya no hay nada,
la Nada aparente.
Se consumen, se ahogan
los pensamientos,
para dejar de existir.
Momentos que se zambullen
en un paso hacia la noche.
Momentos que terminaron
para nunca volver a empezar.
Recuerdo, sólo un reflejo,
de la inexistente realidad.

domingo, 15 de mayo de 2011

Un uno

Cuando era un poco más joven (no es que me sienta particularmente vieja en este momento) solía tirarme en la cama simplemente para pensar. Pensar sobre la vida, sobre sentimientos ajenos y propios, sobre la sociedad, sobre el mundo y sobre mi mundo. Cometí el fallo de nunca escribir mis conclusiones, pero ayer me encontré con un cuadernito que solía usar desde que tuve unos catorce años. Siempre me gustó escribir, me liberaba, me reafirmaba y me hacía sentir dueña de mis propios secretos y sensaciones. Y en ese cuadernito rojo apuntaba desde las cosas más efímeras hasta las cosas que me parecieron más importantes. En una de esas hojas desteñidas mi cuerpo se transportaba a otro lugar distinto, aunque no materialmente. También creía en los viajes astrales, y soñaba con hacerlos, con dominar una práctica de dudosa reputación. Sueños infantiles.

En esa ocasión comprendí algo que me acompañaría el resto de toda mi vida, y que ya había despertado en mí una curiosidad morbosa: la idea de ser un animal más, de ser una parte más del mundo en el que vivimos, ni más ni menos importante que cualquier otra gacela, lince o lobo que habite en cualquier parte del mundo. Desde el ártico hasta las tierras arenosas "que se transforman bajo pies ajenos". Hemos perdido la conexión mística que nos unió siempre a la tierra, y al perder eso olvidamos lo que realmente somos: animales. Tenemos raciocinio, sí, pero no nos diferenciamos en nada de ellos en cuanto se trata de lo más básico. Respondemos a nuestros deseos carnales de la misma forma que lo harían ellos: cuando queremos comer, comemos; cuando tenemos sueño, dormimos; cuando queremos tener sexo, lo tenemos (si se puede). Somos parte de una naturaleza que fluctúa, de un mundo que se va hundiendo lentamente.

Deberíamos encontrar las más profundas raíces que nos atrajeron a la tierra, que nos unen a ella y que deberían seguir uniéndonos. Desde el niño que está naciendo en este mismo momento, hasta el anciano que perece en su cama, desde Lima hasta Tokio, todos somos parte de un uno. Un uno que nunca llegará a conocerse completamente, pero que habita en el mismo planeta.

viernes, 13 de mayo de 2011

Prisión

A veces miro por la ventana con la esperanza de verte aparecer.
En mis sueños te transformas en nubes grises que más tarde
se evaporan para no dejar rastro, sólo sequía y duelo.
Y es que es así como el corazón se queda, en duelo constante.
Los sonidos que llegan a mis manos son lo que siempre me recuerdan a ti:
inalcanzables, destructibles, vulnerables, efímeros, sueños
de la presa que queda encerrada siempre en la misma prisión:
la prisión de la escasez de tus labios.

Nada 2

Hoy un amigo sugirió que escribiese en forma de prosa. Algunas veces lo he hecho, y he escrito muchos diarios también, desde que tenía 10 años. Y hoy no sé por qué, es uno de los pocos días en que no me siento perdida en ese "baño de opio y absenta". Quizás por eso puedo hablar con más certeza de esos días. Algunos parecen borrosos, llenos de experiencias en pupilas desgastadas que sólo tienen 22 años de duración. Hubo días, más bien muchas noches, en las que hacía cosas en las que no meditaba con anterioridad. Me dejaba caer en manos ajenas por el placer de la compasión, de la codicia de unas caricias, o del deseo de ser deseada. The feeling was written on the skin. Al día sigueinte solía despertar mareada, a veces confusa, y en otras ocasiones avergonzada. En una ocasión en particualr busqué esos antojos en un amigo que en realidad nunca fue amigo y el tiro salió por la culata. No es que haya deseado jamás jugar con nadie, simplemente le hago caso a mis instintos más carnales, a mis ganas más febriles.

Otros días me sentía melancólica, y pensando en la persona que siempre rondó por mi mente. En casi todas las ocasiones mencionadas anteriormente deseaba que esa persona fuese él. Y ahora hay que juntar las piezas que nunca volvieron a estar juntas, y remendarlas. Precisamente la noche pasada soñé que dos personas distintas de mi vida estaban invitadas a una especie de fiesta que daba. Y una de esas personas era él, the only exception. Pero yo besaba al equivocado, y al apartarme, éste se convertía en Él, pero en una versión anterior, con el pelo largo y con la barba de cinco días. Y el Él actual me miraba y se alejaba de mí con otra persona de la mano. Supongo que eso es lo que he temido todo este tiempo, que esa única excepción de mi vida se convierta en lo que ya era, en la única.

Y sin embargo sigo buscando esa sensación que hace que se te escame la piel, que tus entrañas se descompongan por fases. Pero no sólo con este ámbito de la vida, sino con todos. Deseo sentir que deseo algo. Que tengo un motivo y una razón de ser, que quizás soy la razón de ser de alguien o de algún punto de una trayectoria que a veces ha parecido absurda. Me gustan muchas cosas de la vida, como a todos. Disfruto de un cigarrillo, de unos amigos con cervezas de por medio, de un paseo por el parque, de una exposición de arte, de un campo sobre el que poder tirarme a mis anchas. Pero eso no me da la felicidad que busco, ni la compañía, ni el placer. El placer..., de que uno se sienta vivo. En otros días del pasado puede que lo sintiese, sobre todo en brazos ajenos. Y quizás no es que no lo haya perdido, sino que quizás no encontré el lote completo de lo que algunos llaman felicidad.

A fin de cuentas, ése es el fn principal de todo ser humano, el sentido de vivir: la felicidad. Si valorasemos un poco más lo que tenemos en vez de pensar sobre lo que carecemos podríamos ser un poquito más felices. Pero yo soy la primera que no se aplica el cuento. Y es que dar consejos sobre vidas ajenas siempre ha sido sencillo y placentero, lo que asusta es la introspección. Esa que abruma con solo mencionarla. Esa que pocas veces se alcanza. Supongo que tendré que buscar dentro de mí misma aquello que quiero buscar, para después tenerlo claro y avanzar. El camino es arduo, pero el impulso es lo primero que hay que encontrar.

martes, 10 de mayo de 2011

Lo que fuí un día

Me enfrento a un panorama desolador,
en una ciudad que se me antoja extraña,
en los meses de trato más crueles,
con una apariencia que sólo desagrada.

Me enfrento a lo que fui un día,
a lo que me gustaría y que no soy,
a que las hojas donde escribí mis esperanzas
sean arrastradas por el viento.

Lo que creí cierto se diluyó tiempo atrás
mientras mi cuerpo cambiaba y dejaba
de ser mío.

Lo que creí seguro se borró tal y como se borra un boceto.
Será que los años no amplían la visión de la vida,
sino que a veces la encojen y desmenuzan.