Etiquetas

lunes, 17 de septiembre de 2012

Tacto eléctrico

Ya le conocía, no de mucho, pero le conocía. No tenía demasiadas sensaciones generales acerca de él. No me dio tiempo a formarlas. Al cabo de un tiempo volvimos a coincidir, en una situación compleja, y empecé a hacerme una idea. El otro día nos vimos, y nada pasó. A los dos días nos vimos, y nada pasó. Me quedé con la sensación de que había cosas que estábamos reprimiendo, de que ninguno se atrevía a avanzar. Las mismas situaciones se repetían sin ir un paso más allá. Y sabía que coincidiría con él otra vez.

Al día siguiente volvimos a vernos, junto con más gente que observaba, que anunciaba veredictos con la mirada. Ése fue el día. Inocente jueguecito con un hielo que originó la situación contenida. Los labios explotaron, las manos salieron a pasear. Y no, ahí no pude contenerme. El tacto era eléctrico. El golpe contra la pared fue demoledor e intenso, necesitado. El ansia era febril. La interrupción, como sólo ellas pueden serlo, inoportuna. Y aún otra vez la unión volvió a ser chispeante. Acompasada de un extraño modo, orquestada, rítmica, pasional, veloz. Como el miedo condensado con el dejarse llevar. Noté sus labios suaves, cálidos, gruesos contra los míos. Sus manos deslizándose por mi cuerpo, suaves y firmes, agarrándome con cariño pero partiéndome en dos, levantándome una pierna, aproximándose a mí, acercándome a él. Mis dedos revoloteaban a través de su ropa, sin parar, notanto la piel desnuda llena de matices, ondeando entre su pelo, palpando sus abdominales, enzarzados con fuerza en su espalda, atrayéndole por el cuello.


Fue un good feeling. Nunca sabré cómo fue esa noche para él, o quizás sí.