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domingo, 22 de marzo de 2009

Palabras

Un bolígrafo me mira inquieto.
Tiembla impaciente en mi mano.
¿Qué escribir?
Palabras.

Llenas de sentido o sin él.
Complejas, escurridizas.
Se escapan a veces de los labios antes de que te dé tiempo a arrepentirte.
Palabras.

Palabras que te sonríen desde la esquina.
Palabras que significan tan poco o que significan tanto y son tan breves.
Risueñas o hirientes en la palma de las manos.

Coquetas que flirtean con otras.
Palabras.

sábado, 21 de marzo de 2009

Te echo de menos

Tanteándome en la neblina
Entre calor de sábanas usadas

En cualquier rincón de Madrid
Compañía o soledad
Hastiándome la mente
O tranquila entre cervezas

Donde antes estuviste tú
En el sol o en la desesperación

Matando a mis pensamientos
Enrojecida de nervios
No encajo bien el no verte
O el no saber dónde te escondes
Si ya sé lo que eres para mí.

Tengo que aprender

Tengo que aprender a sopesar. A controlar las ganas de hacer que el agua bulla y explote.
A arriesgar lo necesario para obtener lo que quiero.
A no pedir tanto y a dar un poco menos.
Volcándome en el vaso, pero con más espuma.
Tengo que aprender a compensar y a sentir que las cosas se compensan.
A pensar menos.

viernes, 20 de marzo de 2009

De Noche

Nicotina.
Polvos de talco y canela.
Perfume y sudor frío.
Se respira perezosa la humareda
de la resuelta noche de Madrid.

Chocolate, látex, lycra.
Tacones de 6 centímetros.
Tambores.
Lluvia seca, flores.
Fluorescente.
Manos en lo alto.
Hoteles y dispensadores automáticos.
Luz plateada y verde, gas, basura amarilla.

Hielos en un bolsillo.
Uñas, dientes, cabellos.
Carta de vinos.
Confesión precipitada.
Besos en la oscuridad, aullidos, gemidos.
Carteles luminosos.
Risa arrastrada por el suelo de algún parque.

Un gato maúlla junto a un contenedor.
Unas chicas se suben la falda.
Un chico me mira con ojos a punto de ebullición.
Un hombre vende rosas.
Ron La Habana con Coca-Cola.
Camel, Chesterfield, Fortuna.

Hierba mojada.
Juego de cartas en la Renfe.
Vodka con lima, un pico.
Zapatillas rotas a la carrera.
Un puñetazo, una guindilla.
Sal y limón.

Todo esto y mucho más
es la noche de Madrid.

martes, 17 de marzo de 2009

Tranquilamente

¿Es que no piensas acercarte? Al menos para cansar al frío que me asalta.

Deslízate suave entre mis brazos, baja la persiana y descansa entre las sábanas. Duerme en mi pecho, quédate cinco minutos más. No te canses de mirarme y yo no me cansaré de mirarte a ti. No tengas prisa, no te muevas, no hace falta. Deja que pose mi mano en tu espalda.

Saca esa tensión y tiéndela en la cuerda invisible de la calma. No pienses, sólo vive y siente. Tómate un café, aunque no lo hagas nunca, o dámelo a mí, pero con tranquilidad. No oigas el tic-tac del reloj, o lo tiraré al suelo.

No hagas rozaduras a la almohada. Baja la persiana, quítate las zapatillas y los calcetines, que sabes que los odio. Bésame en el hombro y yo te besaré en la parte interior de la muñeca. Te acariciaré la espalda durante un tiempo incalculable. Apaga el teléfono y la televisión, deja el ordenador y te enredaré el pelo con dulzura.

Te encenderé una tímida vela para que dejes navegar un dedo por mi vientre y mi cintura. Respiraré tu olor sin forzarme a hacerlo. No te preocupes, cierra los ojos y confía. Te soplaré en la nuca lentamente mientras hago ochos en tu cabello con mis manos. Me sacaré de mi cuerpo entre suspiros y silencios.

Disfrutaré del siguiente momento de pereza que comparta contigo.

Yo estaré

No llores.
Yo estaré aquí.
No debería ser
tan complicado.

Después de que la nada te trague
Después de que tu cabeza
se hunda en la bañera.
Después de que la risa se ahogue
entre el llanto, yo estaré allí.

Cuando creas que la
confusión te gana el pulso.
Cuando tus arrebatos te
arrastren por otros caminos
o tu sonrisa salga a pasear
con otros, yo estaré ahí.

Seguiré entregándote
mis dos manos, y si no
son suficientes,te entregaré
mi cuerpo entero.

Si escapas de repente
por la ventana,
yo seré tu cuerda,
la que te lleve al cielo.
Si te caes de la cama
entre una pesadilla
yo seré el espacio mullido
que te evada del golpe.

Si no puedes olvidar,
no olvides.
No es necesario porque
yo seguiré estando aquí.

domingo, 15 de marzo de 2009

Paolinha se llamaba Marta

Al son de un tango bailaban sus pies. Con esos zapatos negros en los viernes de cualquier mes. A veces sin abrigo en invierno, con un vestido rojo muy corto y esos pantys largos de cuadrados negros.

Paolinha se llamaba Marta.

Entre semana llevaba ese traje de rayas diplomáticas. Como ella. Los sábados se ponía esa misma camisa, unas medias y una corbata negra, entre las dos barras. Danzando entre mil humos de nicotina y alquitrán. Siendo tocada por espejismos y por miradas de ajenos desconocidos.

En su piso le esperaba una gata en celo, mientras se hacía la muerta en un cojín rojo encendida por una luz de diseño Art-Deco. María se sentaba en su sillón para rascarse las ampollas de Paolinha. Se mecía en la bañera entre sales de canela y fresa. Su perfume olía a cerezas frescas y a hierbabuena destilada.

Bailaba con esa toalla blanca con el secador en una mano y un whisky con hielo en la otra. Se le juntaban las escenas y los flashes de las cámaras. Conducía cerca de cuarenta y cinco minutos los sábados para volver a casa y los domingos veía películas antiguas. Sus preferidas eran Gilda y Rebecca.

No comía pan. A veces sí, integral. Y cada lunes volvía a enredar su melena negra rizada en un recogido apretado a la altura de la nuca. Guapa así y guapa los fines de semana, pero con matices distintos.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Entre el bienestar y la locura

Me rompí la cabeza buscando la traducción a otro idioma del cuerpo humano, sin saber que el corazón es igual en todo organismo internacional. Las ideas del viento llegan hasta al mínimo rincón de la pared de la nevera. Al son de las zapatillas de baile del sol, danzando con el cielo y el mar una copla.

Los genios locos, locos de genialidad están. Disculpa si te pido que repitas el dictado de los besos, no cogí la última palabra. ¿Puedes repetir otra vez? Las ideas se me escurren entre los labios y el filtro del cigarrillo, en el huequecito entre los dedos. Reservo un billete para mi cama cada noche por miedo a llegar tarde y perderla.

Saca la guadaña de mi risa de ahí dentro, de allí lejos lejos. Mi humor cambia con la luna, con el viento, con las nubes y con cualquier acontecimiento soterrado que se cruce en mi camino y que me hunda el pie en un socavón o me lo levante en la vista de un buen trasero.

Soy un holograma, una errata de la vida, de esa mano del destino y de la justicia ciega. No soy nada y nada es lo que no hay detrás de esa cáscara de huevo cocido que me pongo por pijama; parezco Calimero, blanco y negro. Los pies pequeñitos arrancados del jardín de infancia. No me contengo si te veo, si os veo. Como cosquillas en el hígado, o un poco más arriba, o un poco más abajo, dependiendo de quién... Un qué tal. Un hola, ya estoy en casa.

La Vicky de Barcelona, la Laika de Mecano. Tú el Dalí. "Eungenio" Salvador Dalí. Dibuja mi cuerpo con las manos y la calma en mi mente, que me duele la cabeza. La simplicidad es lo más complicado del mundo. Te robaré como hacen los adolescentes en la tienda de los asiáticos de la esquina. Sujeta la mano de mis ansias. Rasca el picor de las ganas de verte, que me sube por la nuca para crearme un escalofrío hiperbolizado.

Dibuja y rasca, o te robaré la inocencia cuando te vea cruzar el pasillo.

martes, 10 de marzo de 2009

Nada

Ya no recuerdo cuándo escribí esas letras. Cuándo, en qué etapa de mi vida esas frases salieron a flote. Y ahora siento que esas palabras se amotinan contra su creadora, sacan el sable que tenía forma de tallo.

Si pudiera pedir, como hacen esas gentes en Sol, esperando una mano inclinada hacia abajo... Clamaría a los cantares de las nubes, sacaría la cuerda para subirla por la ventana, me zambulliría en ese pragmatismo exótico.

Sólo necesité una cosa, una barca que ahora se hunde. Una barca que me falta y que se desaparece efímera, con la que nunca conseguiré navegar a través del mar de la tristeza. Si ese remo se percatase...

Un árbol al que subirme y en el que aniden mis pies. Una rama a la que agarrarme para seguir atravesando el bosque. Una liana fuerte y viva que me haga volar entre la jungla.


En el momento en que más lo necesitas, es cuando más desaparecen.

domingo, 8 de marzo de 2009

Temor latente

En ocasiones, cuando te veo, no sólo te veo, te miro. Pienso en cómo serían las cosas, si cambiarían al hacerte comprender...

Si sólo pudiera sacar de mí todo lo que llevo dentro, y enseñártelo, como un libro de páginas amarillentas y manchadas de café. Si pudiera decirte todo lo que deseo decirte... Si pudiera contártelo todo, exprimir el jugo de tantas palabras que no sé como derramar... Si pudiera hacerte ver las cosas, créeme, lo haría. Te enseñaría quién soy, te explicaría el por qué de esa cara, de esos labios secos y rotos.

Lo haría, lo haría, pero mi cabeza no me lo permite. Mi continencia no me deja retorcer el limón de mi vida. Te daría tantas cosas, te contaría tanto tanto hasta sangrar por la nariz. Sin embargo, soy una ignorante. Una presa irrisoria de ese miedo, de ese agua retenida por la presa. Te explicaría por qué hoy me apoyé en tu hombro sin esperanzas. Por qué me cambia el rostro.

Ésa es la impotencia que me hace apretar los puños con fuerza y clavarme las uñas en la palma de las manos y luego mordérmelas. Ésa es una de las razones por las que mi almohada se duchó hoy. Te pido perdón, por hacerte la víctima de mi rabia, por pensar en caliente, por pensar que hoy no me miras igual. Por labrarme esa imagen que desde luego merezco. Por ser tan cobarde y por callar lo que tanto ansío compartir. No me dejes caer, pendo de un hilo, de tu hilo. Porque hoy me di cuenta de que tan solo es un hilo en tus manos, sin saber qué hacer si lo rompes.

Algún día, la presa cederá irrevocablemente.

Cuándo

Me complacería creer de verdad. Creer, Creer con mayúsculas, como hacen los verdaderos cristianos, o los verdaderos islámicos o los verdaderos protestantes. Creer ciegamente y mostrar mis devociones al Dios que te salva la vida, a ese Dios, a veces justo, a veces benevolente. Pero admito que nunca creí. Ya no creo en nada, y en casi nadie.

Creí en las palabras, y salieron por el tejado huyendo de mí. Comprendí entonces, quizás tarde, que tenía que creer en los hechos. Creí en los hechos, y me engañaron. Hechos hábiles que se arrastraban como la hiedra y se enredaron en mi pelo, tirando de él hacia abajo. Creí en personas, en personas con palabras, en personas con sus hechos. Y volví a caer en algunas ocasiones.

Hoy sé en quién puedo creer. En dos, tres, cuatro, cinco personas. Quizás el número ni si quiera se aproxime a la última cifra. Y sin embargo, lloro al admitir que necesito a esa gente. Que sin ellos no soy nada, ni lo sería, ni lo seré si algún día abandonan mi camino. Tengo dos manos ante mí que no dejan de intentar sacarme del agujero, dos manos tan distintas y tan necesarias. Y pienso dónde estaría mi cuerpo ahora. No en ese agujero, sino debajo de él, enterrado.

Me ahogo, me estoy ahogando y no sé cómo decir... Cómo expresar, a dónde ir. No sé qué camino coger, porque no lo veo, no hay camino, no lo hay, no lo hay... Tantas y tantas veces pasando por lo mismo, saliendo y saliendo y volviendo a entrar en el agujero... Y ahora ya no sé cómo salir. No sé, no puedo, no salto lo suficiente y me sigo ahogando. El socavón se hace cada vez más profundo y yo me hundo con él, cada día más y sigo sintiendo que no puedo, que el fango me traga. Que inhalo barro y polvo, que me rasco por mi lepra, que veo, no veo y sigo muda. Que si viera un poco más me sacaría los ojos para terminar con esto.

Ayer, creo que por primera vez en mi vida, dije "te necesito". Producto del alcohol que me empujó, si bien se lo agradezco. Pero tengo la sensación de que cuando lo dije no me entendió. Unas de las palabras más importantes de mi vida, sin ser comprendidas. Me quedé con mal sabor de boca, porque realmente lo sentía, y creo que se entendió como una metáfora, o un juego, o un comentario más. Pero yo no hablaba del tiempo. No sé cómo hacer ver, cómo decir que de verdad es así sin que las lágrimas me engullan.

¿Cuándo?

¿Cuándo?

jueves, 5 de marzo de 2009

Lo extirparon

Es algo tan frágil. Como viene se va. Solo un paso lo separa del odio. Y seguimos odiando. Te odio, y tan pronto vuelvo detrás de la línea divisoria en la que estaba hace dos minutos. Sal. Sal de mi mundo. No quiero tener que depender de ti ni de nadie. No quiero verme arrastrada por mis emociones, ni arrastrar a nadie por su duro egocentrismo. No soy nada para ti. Y a mí ya no me supones nada. Me cansé de ti y volviste a interesarme una vez más, pero no creo que ahora vuelvas a captar mis atenciones.

No seré independiente, no, ni lo fui ayer como yo creía, pero al menos ahora lo intentaré. Esa burbuja no me tragará más. ¿Qué supones en mi vida? Me gustaría decir que nada, pero ahora no sé en que parte de la línea divisoria estoy. No trates de ayudarme con frases prefabricadas en películas de Robert Redford. Me hundes sin saberlo, me siento ignorante ante mi perspectiva. Y a veces intento mirarme desde fuera, con tus ojos. Y veo que no te importa.

No te pongas la nariz de payaso, ahora no me hace falta. Gruñirás como un animal enjaulado, pero no te compadeceré. Porque nunca gruñiste por mí. Y tan rápido viene como tan rápido se va. Algo me extirpó esa parte. No sé quién o qué lo hizo, pero la necesidad se fue en el autobús de las diez, en dirección a mi casa, y ya no más a la tuya.

Se me han ido las ganas de intentar mantener una conversación interesante. Se me han ido las ganas de pedirte que me abraces. Ya lo harás tú, y si no lo haces sabré que hemos traspasado la barrera de lo que llaman afecto. Ni si quiera eso se mantiene eternamente. No te preocupes sólo para mostrarme que lo haces, porque entonces es sólo un camuflado propósito. No creo que yo te preocupe. No creo que no pudieras vivir sin mí si te despidiese en esa acera mojada hoy mismo. Sé que no volverías para rellenar el formulario por segunda vez.

Hoy de repente, has perdido el misterio. Hoy de repente no me importa no verte. Hoy de repente no me interesas tanto como yo creí. Eludiendo las preguntas. Lo siento, pero adiós. Ya no me interesas.

Mess

Entre todo lo que cayó al suelo está ella. Entre piel de mandarina y tiritas usadas, entre kleenex y condones que no dicen más de lo que pretenden decir.
Navega en el mundo como la respiración de la nada, como una bolsa de plástico en un día de viento. Esperando una vez más a que la enciendan con ese mechero usado, recargado sin fuerzas. Tocando melodías tristes en su piano y escuchando una y otra vez los blues de Marlango o alguna cancioncilla de Billie Holiday.
No encontraba cuerda a la que atarse, ni café que la animase, y caía en el tabaco de repente, temblándole la mano. Se mordía las uñas, se arañaba, y a veces se arrancaba cabellos de cuajo. Y cuando no podía más se encerraba en su habitación, se tapaba los oídos con su almohada y se hacía un ovillo, casi desnuda, para llorar sobre su cuerpo, pidiendo que la abrazasen y abrazándose ella misma en la ausencia de brazos ajenos.
Miraba por la ventana, e intentaba sonreir a la niebla de la calle, pero en lugar de eso sólo le salía una extraña mueca con pretensiones demasiado altas.
Quizás perdió la habilidad para confiar en la gente y no sabe contra quién está jugando ni quién está en su bando. Perdió la habilidad para saber decir "necesito ayuda", para contar. Las manos le siguen temblando, una vez más. Por cuánto tiempo. Cuán lejos llegará esta vez, a dónde.
"No more, no less than a beautiful mess".

miércoles, 4 de marzo de 2009

Nothing

Mismas situaciones. Mismas palabras llenando mi mente. Siempre, siempre, como en una eterna espiral que se sucede ante mis ojos.
No huyas, saldrás de ésta.
Siempre retorciéndome en el anzuelo o ahogándome pinchada en él.

domingo, 1 de marzo de 2009

Sin sentido

Hoy me duele la cabeza.

Desperté entre el sudor frío de no tenerte a mi lado. Saqué mis gafas y no las limpié antes de ponérmelas. Siguen sucias desde hace meses. Toso y veo que con no salir de casa no arreglo nada. Hoy estoy constipada. Hoy te echo de menos.

Una película lleva puesta en mi pantalla cerca de dos horas, y sigo preguntándome quién es ese que sale tanto. Cuál será su nombre y cuáles sus pretensiones. Y quieren que haga un trabajo con esta gran concentración que tengo.

Brrrr. El termómetro está frío. Como el zumo en mi mesa, y el mando de la tele. Un poco de calma, por favor. No me llaméis a gritos, voces inexistentes. Creo que he tirado la mandarina al suelo sin querer. Esas mandarinas gigantes que me ha comprado mi padre y que son completamente indigeribles. Bueno, a veces sí lo son, si consigues tragarte los gajos...

No tengo inspiración. Las musas se han ido a jugar al parchís. Así que creo que lo dejaré por hoy, no tengo ánimos de escudriñar en mi cabeza en busca de buenas palabras que llenen en vacío. Mañana nos vemos, ¿no? Mejor, mejor...