Todavía queda un poco de nieve en aquel árbol. Se resiste a marcharse, a abandonar su lugar, para convertirse en lo que le corresponde: agua, y después en una ínfima parte de una nueva nube.
En Invierno es cuando la gente se siente más sola, y más acompañada al mismo tiempo. La época festiva se ha ido ya, y volvemos a nuestra rutina, mirando por la ventana cada vez que sale un rayo de sol. Nos cobijamos en cafeterías, habitaciones y bares buscano un poco de calor, en ocasiones calor humano. Esperamos a que vuelva el buen tiempo.
Ahora es cuando nos hacemos propósitos de año nuevo, propósitos que probablemente no llegaremos a cumplir jamás, pero ahí está la intención. Todo se quedará en eso, en la intención. Y mientras tanto esperaremos a que nos den las vacaciones de Semana Santa o a que llegue el próximo puente, o a lo que sea, porque nos agarramos a la ilusión de no tener que permanecer eternamente en nuestros trabajos o carreras.
Al fin y al cabo, todos somos como ese montoncito de nieve, que se resiste a volver a la rutina, que no quiere tener que moverse, sino aguantar hasta que no le quede más remedio que irse.