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sábado, 6 de junio de 2009

Maleza

Siempre que tus silencios no otorgan
más que el propio silencio,
yo hundo la cabeza en la tierra mojada
y espero.

Sí, al fin entendí el tipo de bronce en el que te forjaste,
pero las palabras no engañan, y a veces se sobreponen
a la inercia de la línea dibujada.

Si en esa puerta de madera no se oyen,
ni se oirán,
los golpes de una frágil muñeca, entonces...

La maleza crecerá, cubriendo el umbral
en el tic-tac del desgaste, para que, sin que se ponga remedio
nadie ose adentrarse, pero tampoco salir entre ella.

Las espinas dañarán las huellas dactilares
y las pupilas de quien mire por la mirilla.

La lejanía cumplirá la tarea asignada
y la desilusión me abrazará como una madre abraza a un hijo.