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lunes, 22 de junio de 2009

Nieva azúcar

Ellos salieron de la espuma del mar, de las conchas que susurraban y de las cometas en la arena.
Ellos salieron de la nieve en las cimas, de los cipreses y las violetas, de los zorros, del aullido de los lobos a las tres de la madrugada.
Ellos salieron de un último piso, de esas vidrieras relucientes, de una capilla, de un centro comercial, del agua clorada, del agua mineral embotellada, de las cuerdas de una guitarra.
Ellos salieron de las dunas, de los halcones, de las serpientes de cascabel, de un oasis perdido en medio de la nada.

Y después se disolvieron con agua dulce. Más tarde se evaporaron, y por eso es que nieva azúcar. Ese azúcar traspasa cualquier cuerpo, y cualquier corazón. Porque llena y reconforta, y aunque a veces hiere salir y sentir ese frío que la nieve siempre conlleva, merece mecerse bajo las nubes. Merece la pena, merece el esfuerzo.

Ellos son mis amigos. Simplemente ellos, que nievan, y truenan a veces, pero sobre todo... Son el azúcar que todo café debería tener.