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miércoles, 11 de marzo de 2009

Entre el bienestar y la locura

Me rompí la cabeza buscando la traducción a otro idioma del cuerpo humano, sin saber que el corazón es igual en todo organismo internacional. Las ideas del viento llegan hasta al mínimo rincón de la pared de la nevera. Al son de las zapatillas de baile del sol, danzando con el cielo y el mar una copla.

Los genios locos, locos de genialidad están. Disculpa si te pido que repitas el dictado de los besos, no cogí la última palabra. ¿Puedes repetir otra vez? Las ideas se me escurren entre los labios y el filtro del cigarrillo, en el huequecito entre los dedos. Reservo un billete para mi cama cada noche por miedo a llegar tarde y perderla.

Saca la guadaña de mi risa de ahí dentro, de allí lejos lejos. Mi humor cambia con la luna, con el viento, con las nubes y con cualquier acontecimiento soterrado que se cruce en mi camino y que me hunda el pie en un socavón o me lo levante en la vista de un buen trasero.

Soy un holograma, una errata de la vida, de esa mano del destino y de la justicia ciega. No soy nada y nada es lo que no hay detrás de esa cáscara de huevo cocido que me pongo por pijama; parezco Calimero, blanco y negro. Los pies pequeñitos arrancados del jardín de infancia. No me contengo si te veo, si os veo. Como cosquillas en el hígado, o un poco más arriba, o un poco más abajo, dependiendo de quién... Un qué tal. Un hola, ya estoy en casa.

La Vicky de Barcelona, la Laika de Mecano. Tú el Dalí. "Eungenio" Salvador Dalí. Dibuja mi cuerpo con las manos y la calma en mi mente, que me duele la cabeza. La simplicidad es lo más complicado del mundo. Te robaré como hacen los adolescentes en la tienda de los asiáticos de la esquina. Sujeta la mano de mis ansias. Rasca el picor de las ganas de verte, que me sube por la nuca para crearme un escalofrío hiperbolizado.

Dibuja y rasca, o te robaré la inocencia cuando te vea cruzar el pasillo.