No hay diferencia entre el hombre
que pasa por delante de la ventana
y tú.
No hay diferencia entre esos ojos
opacos, de un color mate,
y los tuyos.
No hay diferencia entre las palabras
de esos grandes exraños en la vía,
y las tuyas.
Porque ya no hay diferencia entre pensar
que sin quererlo hemos cambiado,
y que ya no te conozco.