Un cuerpo feo
y lánguido.
Un cuerpo
de escombros hecho.
Como el monstruo
de Mary Shelley.
Esas piernas
que se tambalean.
Esa espina, de cuello
al final de la espalda.
Brazos inertes
y surcados de marcas.
Esos muslos
débiles y poco humanos.
Ese vientre no se desliza,
se arrastra por mareas
llenas de olas y tempestades
que ahora parecen
océanos enteros.