Entre chupitos, alcohol y alguna risa, llegaste tú. Con mirada felina y palabras de incongruente, o quizás demasiado congruente descaro. Entre un cigarro, una copa, una luz azulada de bar de festejos.
Cuando el temor inundaba la noche, y la desgana, el tren. Cuando las hojas caían al estéril suelo, cuando mis ojos no esperaban gran sorpresa, cuando la desilusión se escondía bajo mi almohada, llegaste tú.
Con tus rojos labios y tus versos , con esa capacidad de vender hasta el alma de las nubes rotas. El telón de mi ventana se desplegó de nuevo para mostrar nuevos horizontes, pintar amaneceres y lucir montañas nevadas en una escapada.
Retorciste el rubor de mis entrañas hasta mostrarlo en mis mejillas. Me consternaste bajo la preocupación de un alma encantada. Ampliaste las comisuras de mis labios que ahora saludan a mis orejas. Recortaste un patrón nuevo de vivencias y humor agridulce.
Y en esta noche es cuando pienso que plantaría una semilla que creciera en cúpula para cubrir la lluvia ácida de la preocupación.
Tú tocaste una nueva melodía para mis oídos y yo tocaré otra para ti. Te sonreiré como hacen los fieles y me colgaré el rosario del sentimiento en el cuello. Porque, ¿de qué otra manera podría obrar desde que llegaste tú?
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viernes, 3 de abril de 2009
Necia (reeditado)
Descolocaría mis pies
Para nunca más anclarlos
Al suelo que me dio la vida
Y quizá me la quite ahora.
Excavaría un pasadizo
Desde mi corcho hasta
La arena que se mueve y
transforma bajo pies ajenos.
Cambiaría mi apariencia
También mis motivos,
Mi lugar de residencia,
Mis sábanas vacías.
Para volver a ser un punto,
Para nunca más anclarlos
Al suelo que me dio la vida
Y quizá me la quite ahora.
Excavaría un pasadizo
Desde mi corcho hasta
La arena que se mueve y
transforma bajo pies ajenos.
Cambiaría mi apariencia
También mis motivos,
Mi lugar de residencia,
Mis sábanas vacías.
Para volver a ser un punto,
abrir por primera vez los ojos
y comprar zapatitos
pequeños y nuevos.
Exprimiría la creación
De una nueva vida
Con el único propósito
De volver a ser una necia.
Exprimiría la creación
De una nueva vida
Con el único propósito
De volver a ser una necia.
jueves, 2 de abril de 2009
Herida
Con una flecha en un costado que penetra poco a poco o aceleradamente.
Entre mantequilla ácida.
Anclada en un bote de arenas movedizas.
No sé aún si quizás de muerte
herida,
o si he muerto ya.
Mis manos ya están enrojecidas y sigo trabajando la tierra una vez más.
Las tijeras ya están podando la unión de mi cuerpo con esa cosa que parece seguir latiendo aún.
Herida.
Entre mantequilla ácida.
Anclada en un bote de arenas movedizas.
No sé aún si quizás de muerte
herida,
o si he muerto ya.
Mis manos ya están enrojecidas y sigo trabajando la tierra una vez más.
Las tijeras ya están podando la unión de mi cuerpo con esa cosa que parece seguir latiendo aún.
Herida.
Vete
Devuélveme los pantalones, y tendré el gran honor de salir por esa puerta para nunca más volver a entrar. O abrocharte el cinturón , o azotarte con él, para que salgas tú.
Vete, y volveré a sonreir.
Vete, Tristeza que se acuesta en mi cama. miércoles, 1 de abril de 2009
Tristeza irremediable
Nunca podré mantener el sentimiento de bienestar.
Tampoco me sentiré especial, ni única, ni importante. Sino total y sin dudas prescindible.
Jamás creeré que mis besos son más de lo que son, ni mis palabras.
No llegaré a creer que no estoy en aquella lista y que no me colé por suerte, porque es lo único que me mantiene, la suerte.
Nunca sentiré la necesidad de ser necesitada porque mis convencimientos aseguran que jamás me necesitarás.
Nunca, a tu lado.
Me siento un gran bulto en medio de tu camino.
Una barrera en las manecillas de tu reloj.
Una sonrisa sonsacada con un punzón ardiente.
Quizás lo más conveniente sería apartarme de esa carretera, que debería estar tan organizada, para deslizarme por la tierra, para que no me toquen el cláxon, para no sentirme errante. Porque cuando se dice que el momento no importa, siempre se acaba mintiendo.
Tampoco me sentiré especial, ni única, ni importante. Sino total y sin dudas prescindible.
Jamás creeré que mis besos son más de lo que son, ni mis palabras.
No llegaré a creer que no estoy en aquella lista y que no me colé por suerte, porque es lo único que me mantiene, la suerte.
Nunca sentiré la necesidad de ser necesitada porque mis convencimientos aseguran que jamás me necesitarás.
Nunca, a tu lado.
Me siento un gran bulto en medio de tu camino.
Una barrera en las manecillas de tu reloj.
Una sonrisa sonsacada con un punzón ardiente.
Quizás lo más conveniente sería apartarme de esa carretera, que debería estar tan organizada, para deslizarme por la tierra, para que no me toquen el cláxon, para no sentirme errante. Porque cuando se dice que el momento no importa, siempre se acaba mintiendo.
De Noche (reeditado)
Estrellas y montañas.
Blanco y azul marino.
Sonrisas, comida mal preparada.
Calcetines en el suelo.
Empieza la diferente vista
de mi propia noche en Madrid.
Vasos vacíos en una bolsa sin papelera.
Cigarrillos apagados.
Sólo una cama.
Un cordón atado a tus pantalones.
Mirada viciosa.
Desorden acumulado.
Ropa volando rauda entre risas.
Panceta, pan.
La horma de mi zapato.
La horma de tu zapato.
Una manta que siempre me quitas.
Cena de repuesto.
Películas adormecedoras.
Un "buenas noches".
Un "¿tú tampoco puedes dormir?".
Envoltorios cuadrados.
Un impacto.
Te desabrocho la boca.
Baja esa mano.
Conversación sobre experiencias.
Un "buenos días" después.
Todo esto y mucho más
son esas pocas noches nuestras.
Blanco y azul marino.
Sonrisas, comida mal preparada.
Calcetines en el suelo.
Empieza la diferente vista
de mi propia noche en Madrid.
Vasos vacíos en una bolsa sin papelera.
Cigarrillos apagados.
Sólo una cama.
Un cordón atado a tus pantalones.
Mirada viciosa.
Desorden acumulado.
Ropa volando rauda entre risas.
Panceta, pan.
La horma de mi zapato.
La horma de tu zapato.
Una manta que siempre me quitas.
Cena de repuesto.
Películas adormecedoras.
Un "buenas noches".
Un "¿tú tampoco puedes dormir?".
Envoltorios cuadrados.
Un impacto.
Te desabrocho la boca.
Baja esa mano.
Conversación sobre experiencias.
Un "buenos días" después.
Todo esto y mucho más
son esas pocas noches nuestras.
Alguien especial
Nunca pensé que fueses a convertirte en lo que eres hoy.
La primera vez que te vi supe que en tus ojos la desesperación había fabricado su guarida.
Llena de ilusiones fui a buscarte aquella mañana, sin saber si todo saldría bien, si ambas nos adaptaríamos a la otra. Te ofrecí una vida nueva. Te presenté a mis amigos, a mis ligues. Te conté confidencias. Te puse unas gafas de sol, una palestina, te saqué al frío del invierno y al calor del verano.
Ahora me miras con otros ojos. Ahora incluso me persigues, y cuando no lo haces, te busco yo. Es difícil expresar como alguien así puede convertirse en una compañera de experiencias, de juegos, de penas. Cómo si estoy enferma corres a la vera de mi cama para acompañarme, cómo te entristeces cuando yo lo hago, y cómo te alegras cuando yo sonrío.
Es difícil comprender la compañía que me otorgas. Es difícil explicar que siempre serás más de lo que la gente ve en ti. Es difícil comunicarte que fuiste mi evasión, mi compañía en los días solitarios.
Resulta complicado que los demás entiendan que el dicho de que el perro es el mejor amigo del hombre es algo más que un dicho: es una realidad.
La primera vez que te vi supe que en tus ojos la desesperación había fabricado su guarida.
Llena de ilusiones fui a buscarte aquella mañana, sin saber si todo saldría bien, si ambas nos adaptaríamos a la otra. Te ofrecí una vida nueva. Te presenté a mis amigos, a mis ligues. Te conté confidencias. Te puse unas gafas de sol, una palestina, te saqué al frío del invierno y al calor del verano.
Ahora me miras con otros ojos. Ahora incluso me persigues, y cuando no lo haces, te busco yo. Es difícil expresar como alguien así puede convertirse en una compañera de experiencias, de juegos, de penas. Cómo si estoy enferma corres a la vera de mi cama para acompañarme, cómo te entristeces cuando yo lo hago, y cómo te alegras cuando yo sonrío.
Es difícil comprender la compañía que me otorgas. Es difícil explicar que siempre serás más de lo que la gente ve en ti. Es difícil comunicarte que fuiste mi evasión, mi compañía en los días solitarios.
Resulta complicado que los demás entiendan que el dicho de que el perro es el mejor amigo del hombre es algo más que un dicho: es una realidad.
Caminaremos juntos
Bésame, abrázame, que no me de vergüenza tener que pedírtelo.
Ya hace un tiempo... Pintaste una raya discontínua nueva en mis ojos. Yo pintaré otra llena de notas musicales para ti.
Te agarraré de la mano hasta que llegue el final de esa carretera.
¿Qué otra cosa podré hacer si ahora cuelgo de tu raya hecha de tiza?
No la borres, y seguiremos caminando juntos por ella.
Ya hace un tiempo... Pintaste una raya discontínua nueva en mis ojos. Yo pintaré otra llena de notas musicales para ti.
Te agarraré de la mano hasta que llegue el final de esa carretera.
¿Qué otra cosa podré hacer si ahora cuelgo de tu raya hecha de tiza?
No la borres, y seguiremos caminando juntos por ella.
Palabras en huída
El cielo dibuja una lluvia horizontal entre telones de teatro rojos. Las llaves suenan en un bolsillo perdido. Y yo aquí, en un banco mojado, liando un cigarrillo con papel que no pega.
Me he perdido entre el suelo y el cielo, entre la acera y la carretera, entre el oxígeno y la nicotina. Escribiendo cosas sin sentido que nunca rimarán entre sí y que a veces alzan la pierna para pegarse entre renglón y renglón. En otros momentos, las palabras se rascan la cabeza pensando qué harán a continuación o si deberían escaparse de esos textos con una cuerda hecha de sábanas y cortinas rotas.
Por eso no encuentro las frases que deberían anunciar unos pensamientos premeditados a conciencia para despertar sensibilidades y erizar los vellos más apocados y tímidos.
Si me encuentras envuelta en un periódico o en alguna estación de Metro, sonríe. Sonríeme. Y yo haré lo mismo. Pensaré que alguna de esas palabras que perdí, alguna de esas partes de mi propia conciencia, se fue con vosotros, volando y anidando en vuestras cabezas para tomar el sol y lucir un buen moreno en verano.
Si reconozco alguna de esas palabras en vosotros , yo sí sonreiré. Pensaré en cuánto deben haberos deseado para abandonarme a mí. Pensaré en la ironía que es crear y traicionar al creador.
Me he perdido entre el suelo y el cielo, entre la acera y la carretera, entre el oxígeno y la nicotina. Escribiendo cosas sin sentido que nunca rimarán entre sí y que a veces alzan la pierna para pegarse entre renglón y renglón. En otros momentos, las palabras se rascan la cabeza pensando qué harán a continuación o si deberían escaparse de esos textos con una cuerda hecha de sábanas y cortinas rotas.
Por eso no encuentro las frases que deberían anunciar unos pensamientos premeditados a conciencia para despertar sensibilidades y erizar los vellos más apocados y tímidos.
Si me encuentras envuelta en un periódico o en alguna estación de Metro, sonríe. Sonríeme. Y yo haré lo mismo. Pensaré que alguna de esas palabras que perdí, alguna de esas partes de mi propia conciencia, se fue con vosotros, volando y anidando en vuestras cabezas para tomar el sol y lucir un buen moreno en verano.
Si reconozco alguna de esas palabras en vosotros , yo sí sonreiré. Pensaré en cuánto deben haberos deseado para abandonarme a mí. Pensaré en la ironía que es crear y traicionar al creador.
Necia
Descolocaría mis pies
Para nunca más anclarlos
Al suelo que me dio la vida
Y quizá me la quite ahora.
Excavaría un pasadizo
Desde mi corcho hasta
La arena que se mueve y
transforma bajo pies ajenos.
Cambiaría mi apariencia
También mis motivos,
Mi lugar de residencia,
Mis sábanas vacías.
Para comprar zapatitos
Pequeños y nuevos, abrir
por primera vez los ojos
Y volver a ser un punto.
Exprimiría la creación
De una nueva vida
Con el único propósito
De volver a ser una necia.
Para nunca más anclarlos
Al suelo que me dio la vida
Y quizá me la quite ahora.
Excavaría un pasadizo
Desde mi corcho hasta
La arena que se mueve y
transforma bajo pies ajenos.
Cambiaría mi apariencia
También mis motivos,
Mi lugar de residencia,
Mis sábanas vacías.
Para comprar zapatitos
Pequeños y nuevos, abrir
por primera vez los ojos
Y volver a ser un punto.
Exprimiría la creación
De una nueva vida
Con el único propósito
De volver a ser una necia.
domingo, 22 de marzo de 2009
Palabras
Un bolígrafo me mira inquieto.
Tiembla impaciente en mi mano.
¿Qué escribir?
Palabras.
Llenas de sentido o sin él.
Complejas, escurridizas.
Se escapan a veces de los labios antes de que te dé tiempo a arrepentirte.
Palabras.
Palabras que te sonríen desde la esquina.
Palabras que significan tan poco o que significan tanto y son tan breves.
Risueñas o hirientes en la palma de las manos.
Coquetas que flirtean con otras.
Palabras.
Tiembla impaciente en mi mano.
¿Qué escribir?
Palabras.
Llenas de sentido o sin él.
Complejas, escurridizas.
Se escapan a veces de los labios antes de que te dé tiempo a arrepentirte.
Palabras.
Palabras que te sonríen desde la esquina.
Palabras que significan tan poco o que significan tanto y son tan breves.
Risueñas o hirientes en la palma de las manos.
Coquetas que flirtean con otras.
Palabras.
sábado, 21 de marzo de 2009
Te echo de menos
Tanteándome en la neblina
Entre calor de sábanas usadas
En cualquier rincón de Madrid
Compañía o soledad
Hastiándome la mente
O tranquila entre cervezas
Donde antes estuviste tú
En el sol o en la desesperación
Matando a mis pensamientos
Enrojecida de nervios
No encajo bien el no verte
O el no saber dónde te escondes
Si ya sé lo que eres para mí.
Entre calor de sábanas usadas
En cualquier rincón de Madrid
Compañía o soledad
Hastiándome la mente
O tranquila entre cervezas
Donde antes estuviste tú
En el sol o en la desesperación
Matando a mis pensamientos
Enrojecida de nervios
No encajo bien el no verte
O el no saber dónde te escondes
Si ya sé lo que eres para mí.
Tengo que aprender
Tengo que aprender a sopesar. A controlar las ganas de hacer que el agua bulla y explote.
A arriesgar lo necesario para obtener lo que quiero.
A no pedir tanto y a dar un poco menos.
Volcándome en el vaso, pero con más espuma.
Tengo que aprender a compensar y a sentir que las cosas se compensan.
A pensar menos.
A arriesgar lo necesario para obtener lo que quiero.
A no pedir tanto y a dar un poco menos.
Volcándome en el vaso, pero con más espuma.
Tengo que aprender a compensar y a sentir que las cosas se compensan.
A pensar menos.
viernes, 20 de marzo de 2009
De Noche
Nicotina.
Polvos de talco y canela.
Perfume y sudor frío.
Se respira perezosa la humareda
de la resuelta noche de Madrid.
Chocolate, látex, lycra.
Tacones de 6 centímetros.
Tambores.
Lluvia seca, flores.
Fluorescente.
Manos en lo alto.
Hoteles y dispensadores automáticos.
Luz plateada y verde, gas, basura amarilla.
Hielos en un bolsillo.
Uñas, dientes, cabellos.
Carta de vinos.
Confesión precipitada.
Besos en la oscuridad, aullidos, gemidos.
Carteles luminosos.
Risa arrastrada por el suelo de algún parque.
Un gato maúlla junto a un contenedor.
Unas chicas se suben la falda.
Un chico me mira con ojos a punto de ebullición.
Un hombre vende rosas.
Ron La Habana con Coca-Cola.
Camel, Chesterfield, Fortuna.
Hierba mojada.
Juego de cartas en la Renfe.
Vodka con lima, un pico.
Zapatillas rotas a la carrera.
Un puñetazo, una guindilla.
Sal y limón.
Todo esto y mucho más
es la noche de Madrid.
Polvos de talco y canela.
Perfume y sudor frío.
Se respira perezosa la humareda
de la resuelta noche de Madrid.
Chocolate, látex, lycra.
Tacones de 6 centímetros.
Tambores.
Lluvia seca, flores.
Fluorescente.
Manos en lo alto.
Hoteles y dispensadores automáticos.
Luz plateada y verde, gas, basura amarilla.
Hielos en un bolsillo.
Uñas, dientes, cabellos.
Carta de vinos.
Confesión precipitada.
Besos en la oscuridad, aullidos, gemidos.
Carteles luminosos.
Risa arrastrada por el suelo de algún parque.
Un gato maúlla junto a un contenedor.
Unas chicas se suben la falda.
Un chico me mira con ojos a punto de ebullición.
Un hombre vende rosas.
Ron La Habana con Coca-Cola.
Camel, Chesterfield, Fortuna.
Hierba mojada.
Juego de cartas en la Renfe.
Vodka con lima, un pico.
Zapatillas rotas a la carrera.
Un puñetazo, una guindilla.
Sal y limón.
Todo esto y mucho más
es la noche de Madrid.
martes, 17 de marzo de 2009
Tranquilamente
¿Es que no piensas acercarte? Al menos para cansar al frío que me asalta.
Deslízate suave entre mis brazos, baja la persiana y descansa entre las sábanas. Duerme en mi pecho, quédate cinco minutos más. No te canses de mirarme y yo no me cansaré de mirarte a ti. No tengas prisa, no te muevas, no hace falta. Deja que pose mi mano en tu espalda.
Saca esa tensión y tiéndela en la cuerda invisible de la calma. No pienses, sólo vive y siente. Tómate un café, aunque no lo hagas nunca, o dámelo a mí, pero con tranquilidad. No oigas el tic-tac del reloj, o lo tiraré al suelo.
No hagas rozaduras a la almohada. Baja la persiana, quítate las zapatillas y los calcetines, que sabes que los odio. Bésame en el hombro y yo te besaré en la parte interior de la muñeca. Te acariciaré la espalda durante un tiempo incalculable. Apaga el teléfono y la televisión, deja el ordenador y te enredaré el pelo con dulzura.
Te encenderé una tímida vela para que dejes navegar un dedo por mi vientre y mi cintura. Respiraré tu olor sin forzarme a hacerlo. No te preocupes, cierra los ojos y confía. Te soplaré en la nuca lentamente mientras hago ochos en tu cabello con mis manos. Me sacaré de mi cuerpo entre suspiros y silencios.
Disfrutaré del siguiente momento de pereza que comparta contigo.
Deslízate suave entre mis brazos, baja la persiana y descansa entre las sábanas. Duerme en mi pecho, quédate cinco minutos más. No te canses de mirarme y yo no me cansaré de mirarte a ti. No tengas prisa, no te muevas, no hace falta. Deja que pose mi mano en tu espalda.
Saca esa tensión y tiéndela en la cuerda invisible de la calma. No pienses, sólo vive y siente. Tómate un café, aunque no lo hagas nunca, o dámelo a mí, pero con tranquilidad. No oigas el tic-tac del reloj, o lo tiraré al suelo.
No hagas rozaduras a la almohada. Baja la persiana, quítate las zapatillas y los calcetines, que sabes que los odio. Bésame en el hombro y yo te besaré en la parte interior de la muñeca. Te acariciaré la espalda durante un tiempo incalculable. Apaga el teléfono y la televisión, deja el ordenador y te enredaré el pelo con dulzura.
Te encenderé una tímida vela para que dejes navegar un dedo por mi vientre y mi cintura. Respiraré tu olor sin forzarme a hacerlo. No te preocupes, cierra los ojos y confía. Te soplaré en la nuca lentamente mientras hago ochos en tu cabello con mis manos. Me sacaré de mi cuerpo entre suspiros y silencios.
Disfrutaré del siguiente momento de pereza que comparta contigo.
Yo estaré
No llores.
Yo estaré aquí.
No debería ser
tan complicado.
Después de que la nada te trague
Después de que tu cabeza
se hunda en la bañera.
Después de que la risa se ahogue
entre el llanto, yo estaré allí.
Cuando creas que la
confusión te gana el pulso.
Cuando tus arrebatos te
arrastren por otros caminos
tan complicado.
Después de que la nada te trague
Después de que tu cabeza
se hunda en la bañera.
Después de que la risa se ahogue
entre el llanto, yo estaré allí.
Cuando creas que la
confusión te gana el pulso.
Cuando tus arrebatos te
arrastren por otros caminos
o tu sonrisa salga a pasear
con otros, yo estaré ahí.
Seguiré entregándote
Seguiré entregándote
mis dos manos, y si no
son suficientes,te entregaré
mi cuerpo entero.
Si escapas de repente
por la ventana,
yo seré tu cuerda,
la que te lleve al cielo.
Si escapas de repente
por la ventana,
yo seré tu cuerda,
la que te lleve al cielo.
Si te caes de la cama
entre una pesadilla
yo seré el espacio mullido
que te evada del golpe.
Si no puedes olvidar,
entre una pesadilla
yo seré el espacio mullido
que te evada del golpe.
Si no puedes olvidar,
no olvides.
No es necesario porque
yo seguiré estando aquí.
domingo, 15 de marzo de 2009
Paolinha se llamaba Marta
Al son de un tango bailaban sus pies. Con esos zapatos negros en los viernes de cualquier mes. A veces sin abrigo en invierno, con un vestido rojo muy corto y esos pantys largos de cuadrados negros.
Paolinha se llamaba Marta.
Entre semana llevaba ese traje de rayas diplomáticas. Como ella. Los sábados se ponía esa misma camisa, unas medias y una corbata negra, entre las dos barras. Danzando entre mil humos de nicotina y alquitrán. Siendo tocada por espejismos y por miradas de ajenos desconocidos.
En su piso le esperaba una gata en celo, mientras se hacía la muerta en un cojín rojo encendida por una luz de diseño Art-Deco. María se sentaba en su sillón para rascarse las ampollas de Paolinha. Se mecía en la bañera entre sales de canela y fresa. Su perfume olía a cerezas frescas y a hierbabuena destilada.
Bailaba con esa toalla blanca con el secador en una mano y un whisky con hielo en la otra. Se le juntaban las escenas y los flashes de las cámaras. Conducía cerca de cuarenta y cinco minutos los sábados para volver a casa y los domingos veía películas antiguas. Sus preferidas eran Gilda y Rebecca.
No comía pan. A veces sí, integral. Y cada lunes volvía a enredar su melena negra rizada en un recogido apretado a la altura de la nuca. Guapa así y guapa los fines de semana, pero con matices distintos.
Paolinha se llamaba Marta.
Entre semana llevaba ese traje de rayas diplomáticas. Como ella. Los sábados se ponía esa misma camisa, unas medias y una corbata negra, entre las dos barras. Danzando entre mil humos de nicotina y alquitrán. Siendo tocada por espejismos y por miradas de ajenos desconocidos.
En su piso le esperaba una gata en celo, mientras se hacía la muerta en un cojín rojo encendida por una luz de diseño Art-Deco. María se sentaba en su sillón para rascarse las ampollas de Paolinha. Se mecía en la bañera entre sales de canela y fresa. Su perfume olía a cerezas frescas y a hierbabuena destilada.
Bailaba con esa toalla blanca con el secador en una mano y un whisky con hielo en la otra. Se le juntaban las escenas y los flashes de las cámaras. Conducía cerca de cuarenta y cinco minutos los sábados para volver a casa y los domingos veía películas antiguas. Sus preferidas eran Gilda y Rebecca.
No comía pan. A veces sí, integral. Y cada lunes volvía a enredar su melena negra rizada en un recogido apretado a la altura de la nuca. Guapa así y guapa los fines de semana, pero con matices distintos.
miércoles, 11 de marzo de 2009
Entre el bienestar y la locura
Me rompí la cabeza buscando la traducción a otro idioma del cuerpo humano, sin saber que el corazón es igual en todo organismo internacional. Las ideas del viento llegan hasta al mínimo rincón de la pared de la nevera. Al son de las zapatillas de baile del sol, danzando con el cielo y el mar una copla.
Los genios locos, locos de genialidad están. Disculpa si te pido que repitas el dictado de los besos, no cogí la última palabra. ¿Puedes repetir otra vez? Las ideas se me escurren entre los labios y el filtro del cigarrillo, en el huequecito entre los dedos. Reservo un billete para mi cama cada noche por miedo a llegar tarde y perderla.
Saca la guadaña de mi risa de ahí dentro, de allí lejos lejos. Mi humor cambia con la luna, con el viento, con las nubes y con cualquier acontecimiento soterrado que se cruce en mi camino y que me hunda el pie en un socavón o me lo levante en la vista de un buen trasero.
Soy un holograma, una errata de la vida, de esa mano del destino y de la justicia ciega. No soy nada y nada es lo que no hay detrás de esa cáscara de huevo cocido que me pongo por pijama; parezco Calimero, blanco y negro. Los pies pequeñitos arrancados del jardín de infancia. No me contengo si te veo, si os veo. Como cosquillas en el hígado, o un poco más arriba, o un poco más abajo, dependiendo de quién... Un qué tal. Un hola, ya estoy en casa.
La Vicky de Barcelona, la Laika de Mecano. Tú el Dalí. "Eungenio" Salvador Dalí. Dibuja mi cuerpo con las manos y la calma en mi mente, que me duele la cabeza. La simplicidad es lo más complicado del mundo. Te robaré como hacen los adolescentes en la tienda de los asiáticos de la esquina. Sujeta la mano de mis ansias. Rasca el picor de las ganas de verte, que me sube por la nuca para crearme un escalofrío hiperbolizado.
Dibuja y rasca, o te robaré la inocencia cuando te vea cruzar el pasillo.
Los genios locos, locos de genialidad están. Disculpa si te pido que repitas el dictado de los besos, no cogí la última palabra. ¿Puedes repetir otra vez? Las ideas se me escurren entre los labios y el filtro del cigarrillo, en el huequecito entre los dedos. Reservo un billete para mi cama cada noche por miedo a llegar tarde y perderla.
Saca la guadaña de mi risa de ahí dentro, de allí lejos lejos. Mi humor cambia con la luna, con el viento, con las nubes y con cualquier acontecimiento soterrado que se cruce en mi camino y que me hunda el pie en un socavón o me lo levante en la vista de un buen trasero.
Soy un holograma, una errata de la vida, de esa mano del destino y de la justicia ciega. No soy nada y nada es lo que no hay detrás de esa cáscara de huevo cocido que me pongo por pijama; parezco Calimero, blanco y negro. Los pies pequeñitos arrancados del jardín de infancia. No me contengo si te veo, si os veo. Como cosquillas en el hígado, o un poco más arriba, o un poco más abajo, dependiendo de quién... Un qué tal. Un hola, ya estoy en casa.
La Vicky de Barcelona, la Laika de Mecano. Tú el Dalí. "Eungenio" Salvador Dalí. Dibuja mi cuerpo con las manos y la calma en mi mente, que me duele la cabeza. La simplicidad es lo más complicado del mundo. Te robaré como hacen los adolescentes en la tienda de los asiáticos de la esquina. Sujeta la mano de mis ansias. Rasca el picor de las ganas de verte, que me sube por la nuca para crearme un escalofrío hiperbolizado.
Dibuja y rasca, o te robaré la inocencia cuando te vea cruzar el pasillo.
martes, 10 de marzo de 2009
Nada
Ya no recuerdo cuándo escribí esas letras. Cuándo, en qué etapa de mi vida esas frases salieron a flote. Y ahora siento que esas palabras se amotinan contra su creadora, sacan el sable que tenía forma de tallo.
Si pudiera pedir, como hacen esas gentes en Sol, esperando una mano inclinada hacia abajo... Clamaría a los cantares de las nubes, sacaría la cuerda para subirla por la ventana, me zambulliría en ese pragmatismo exótico.
Sólo necesité una cosa, una barca que ahora se hunde. Una barca que me falta y que se desaparece efímera, con la que nunca conseguiré navegar a través del mar de la tristeza. Si ese remo se percatase...
Un árbol al que subirme y en el que aniden mis pies. Una rama a la que agarrarme para seguir atravesando el bosque. Una liana fuerte y viva que me haga volar entre la jungla.
En el momento en que más lo necesitas, es cuando más desaparecen.
Si pudiera pedir, como hacen esas gentes en Sol, esperando una mano inclinada hacia abajo... Clamaría a los cantares de las nubes, sacaría la cuerda para subirla por la ventana, me zambulliría en ese pragmatismo exótico.
Sólo necesité una cosa, una barca que ahora se hunde. Una barca que me falta y que se desaparece efímera, con la que nunca conseguiré navegar a través del mar de la tristeza. Si ese remo se percatase...
Un árbol al que subirme y en el que aniden mis pies. Una rama a la que agarrarme para seguir atravesando el bosque. Una liana fuerte y viva que me haga volar entre la jungla.
En el momento en que más lo necesitas, es cuando más desaparecen.
domingo, 8 de marzo de 2009
Temor latente
En ocasiones, cuando te veo, no sólo te veo, te miro. Pienso en cómo serían las cosas, si cambiarían al hacerte comprender...
Si sólo pudiera sacar de mí todo lo que llevo dentro, y enseñártelo, como un libro de páginas amarillentas y manchadas de café. Si pudiera decirte todo lo que deseo decirte... Si pudiera contártelo todo, exprimir el jugo de tantas palabras que no sé como derramar... Si pudiera hacerte ver las cosas, créeme, lo haría. Te enseñaría quién soy, te explicaría el por qué de esa cara, de esos labios secos y rotos.
Lo haría, lo haría, pero mi cabeza no me lo permite. Mi continencia no me deja retorcer el limón de mi vida. Te daría tantas cosas, te contaría tanto tanto hasta sangrar por la nariz. Sin embargo, soy una ignorante. Una presa irrisoria de ese miedo, de ese agua retenida por la presa. Te explicaría por qué hoy me apoyé en tu hombro sin esperanzas. Por qué me cambia el rostro.
Ésa es la impotencia que me hace apretar los puños con fuerza y clavarme las uñas en la palma de las manos y luego mordérmelas. Ésa es una de las razones por las que mi almohada se duchó hoy. Te pido perdón, por hacerte la víctima de mi rabia, por pensar en caliente, por pensar que hoy no me miras igual. Por labrarme esa imagen que desde luego merezco. Por ser tan cobarde y por callar lo que tanto ansío compartir. No me dejes caer, pendo de un hilo, de tu hilo. Porque hoy me di cuenta de que tan solo es un hilo en tus manos, sin saber qué hacer si lo rompes.
Algún día, la presa cederá irrevocablemente.
Si sólo pudiera sacar de mí todo lo que llevo dentro, y enseñártelo, como un libro de páginas amarillentas y manchadas de café. Si pudiera decirte todo lo que deseo decirte... Si pudiera contártelo todo, exprimir el jugo de tantas palabras que no sé como derramar... Si pudiera hacerte ver las cosas, créeme, lo haría. Te enseñaría quién soy, te explicaría el por qué de esa cara, de esos labios secos y rotos.
Lo haría, lo haría, pero mi cabeza no me lo permite. Mi continencia no me deja retorcer el limón de mi vida. Te daría tantas cosas, te contaría tanto tanto hasta sangrar por la nariz. Sin embargo, soy una ignorante. Una presa irrisoria de ese miedo, de ese agua retenida por la presa. Te explicaría por qué hoy me apoyé en tu hombro sin esperanzas. Por qué me cambia el rostro.
Ésa es la impotencia que me hace apretar los puños con fuerza y clavarme las uñas en la palma de las manos y luego mordérmelas. Ésa es una de las razones por las que mi almohada se duchó hoy. Te pido perdón, por hacerte la víctima de mi rabia, por pensar en caliente, por pensar que hoy no me miras igual. Por labrarme esa imagen que desde luego merezco. Por ser tan cobarde y por callar lo que tanto ansío compartir. No me dejes caer, pendo de un hilo, de tu hilo. Porque hoy me di cuenta de que tan solo es un hilo en tus manos, sin saber qué hacer si lo rompes.
Algún día, la presa cederá irrevocablemente.
Cuándo
Me complacería creer de verdad. Creer, Creer con mayúsculas, como hacen los verdaderos cristianos, o los verdaderos islámicos o los verdaderos protestantes. Creer ciegamente y mostrar mis devociones al Dios que te salva la vida, a ese Dios, a veces justo, a veces benevolente. Pero admito que nunca creí. Ya no creo en nada, y en casi nadie.
Creí en las palabras, y salieron por el tejado huyendo de mí. Comprendí entonces, quizás tarde, que tenía que creer en los hechos. Creí en los hechos, y me engañaron. Hechos hábiles que se arrastraban como la hiedra y se enredaron en mi pelo, tirando de él hacia abajo. Creí en personas, en personas con palabras, en personas con sus hechos. Y volví a caer en algunas ocasiones.
Hoy sé en quién puedo creer. En dos, tres, cuatro, cinco personas. Quizás el número ni si quiera se aproxime a la última cifra. Y sin embargo, lloro al admitir que necesito a esa gente. Que sin ellos no soy nada, ni lo sería, ni lo seré si algún día abandonan mi camino. Tengo dos manos ante mí que no dejan de intentar sacarme del agujero, dos manos tan distintas y tan necesarias. Y pienso dónde estaría mi cuerpo ahora. No en ese agujero, sino debajo de él, enterrado.
Me ahogo, me estoy ahogando y no sé cómo decir... Cómo expresar, a dónde ir. No sé qué camino coger, porque no lo veo, no hay camino, no lo hay, no lo hay... Tantas y tantas veces pasando por lo mismo, saliendo y saliendo y volviendo a entrar en el agujero... Y ahora ya no sé cómo salir. No sé, no puedo, no salto lo suficiente y me sigo ahogando. El socavón se hace cada vez más profundo y yo me hundo con él, cada día más y sigo sintiendo que no puedo, que el fango me traga. Que inhalo barro y polvo, que me rasco por mi lepra, que veo, no veo y sigo muda. Que si viera un poco más me sacaría los ojos para terminar con esto.
Ayer, creo que por primera vez en mi vida, dije "te necesito". Producto del alcohol que me empujó, si bien se lo agradezco. Pero tengo la sensación de que cuando lo dije no me entendió. Unas de las palabras más importantes de mi vida, sin ser comprendidas. Me quedé con mal sabor de boca, porque realmente lo sentía, y creo que se entendió como una metáfora, o un juego, o un comentario más. Pero yo no hablaba del tiempo. No sé cómo hacer ver, cómo decir que de verdad es así sin que las lágrimas me engullan.
¿Cuándo?
¿Cuándo?
Creí en las palabras, y salieron por el tejado huyendo de mí. Comprendí entonces, quizás tarde, que tenía que creer en los hechos. Creí en los hechos, y me engañaron. Hechos hábiles que se arrastraban como la hiedra y se enredaron en mi pelo, tirando de él hacia abajo. Creí en personas, en personas con palabras, en personas con sus hechos. Y volví a caer en algunas ocasiones.
Hoy sé en quién puedo creer. En dos, tres, cuatro, cinco personas. Quizás el número ni si quiera se aproxime a la última cifra. Y sin embargo, lloro al admitir que necesito a esa gente. Que sin ellos no soy nada, ni lo sería, ni lo seré si algún día abandonan mi camino. Tengo dos manos ante mí que no dejan de intentar sacarme del agujero, dos manos tan distintas y tan necesarias. Y pienso dónde estaría mi cuerpo ahora. No en ese agujero, sino debajo de él, enterrado.
Me ahogo, me estoy ahogando y no sé cómo decir... Cómo expresar, a dónde ir. No sé qué camino coger, porque no lo veo, no hay camino, no lo hay, no lo hay... Tantas y tantas veces pasando por lo mismo, saliendo y saliendo y volviendo a entrar en el agujero... Y ahora ya no sé cómo salir. No sé, no puedo, no salto lo suficiente y me sigo ahogando. El socavón se hace cada vez más profundo y yo me hundo con él, cada día más y sigo sintiendo que no puedo, que el fango me traga. Que inhalo barro y polvo, que me rasco por mi lepra, que veo, no veo y sigo muda. Que si viera un poco más me sacaría los ojos para terminar con esto.
Ayer, creo que por primera vez en mi vida, dije "te necesito". Producto del alcohol que me empujó, si bien se lo agradezco. Pero tengo la sensación de que cuando lo dije no me entendió. Unas de las palabras más importantes de mi vida, sin ser comprendidas. Me quedé con mal sabor de boca, porque realmente lo sentía, y creo que se entendió como una metáfora, o un juego, o un comentario más. Pero yo no hablaba del tiempo. No sé cómo hacer ver, cómo decir que de verdad es así sin que las lágrimas me engullan.
¿Cuándo?
¿Cuándo?
jueves, 5 de marzo de 2009
Lo extirparon
Es algo tan frágil. Como viene se va. Solo un paso lo separa del odio. Y seguimos odiando. Te odio, y tan pronto vuelvo detrás de la línea divisoria en la que estaba hace dos minutos. Sal. Sal de mi mundo. No quiero tener que depender de ti ni de nadie. No quiero verme arrastrada por mis emociones, ni arrastrar a nadie por su duro egocentrismo. No soy nada para ti. Y a mí ya no me supones nada. Me cansé de ti y volviste a interesarme una vez más, pero no creo que ahora vuelvas a captar mis atenciones.
No seré independiente, no, ni lo fui ayer como yo creía, pero al menos ahora lo intentaré. Esa burbuja no me tragará más. ¿Qué supones en mi vida? Me gustaría decir que nada, pero ahora no sé en que parte de la línea divisoria estoy. No trates de ayudarme con frases prefabricadas en películas de Robert Redford. Me hundes sin saberlo, me siento ignorante ante mi perspectiva. Y a veces intento mirarme desde fuera, con tus ojos. Y veo que no te importa.
No te pongas la nariz de payaso, ahora no me hace falta. Gruñirás como un animal enjaulado, pero no te compadeceré. Porque nunca gruñiste por mí. Y tan rápido viene como tan rápido se va. Algo me extirpó esa parte. No sé quién o qué lo hizo, pero la necesidad se fue en el autobús de las diez, en dirección a mi casa, y ya no más a la tuya.
Se me han ido las ganas de intentar mantener una conversación interesante. Se me han ido las ganas de pedirte que me abraces. Ya lo harás tú, y si no lo haces sabré que hemos traspasado la barrera de lo que llaman afecto. Ni si quiera eso se mantiene eternamente. No te preocupes sólo para mostrarme que lo haces, porque entonces es sólo un camuflado propósito. No creo que yo te preocupe. No creo que no pudieras vivir sin mí si te despidiese en esa acera mojada hoy mismo. Sé que no volverías para rellenar el formulario por segunda vez.
Hoy de repente, has perdido el misterio. Hoy de repente no me importa no verte. Hoy de repente no me interesas tanto como yo creí. Eludiendo las preguntas. Lo siento, pero adiós. Ya no me interesas.
No seré independiente, no, ni lo fui ayer como yo creía, pero al menos ahora lo intentaré. Esa burbuja no me tragará más. ¿Qué supones en mi vida? Me gustaría decir que nada, pero ahora no sé en que parte de la línea divisoria estoy. No trates de ayudarme con frases prefabricadas en películas de Robert Redford. Me hundes sin saberlo, me siento ignorante ante mi perspectiva. Y a veces intento mirarme desde fuera, con tus ojos. Y veo que no te importa.
No te pongas la nariz de payaso, ahora no me hace falta. Gruñirás como un animal enjaulado, pero no te compadeceré. Porque nunca gruñiste por mí. Y tan rápido viene como tan rápido se va. Algo me extirpó esa parte. No sé quién o qué lo hizo, pero la necesidad se fue en el autobús de las diez, en dirección a mi casa, y ya no más a la tuya.
Se me han ido las ganas de intentar mantener una conversación interesante. Se me han ido las ganas de pedirte que me abraces. Ya lo harás tú, y si no lo haces sabré que hemos traspasado la barrera de lo que llaman afecto. Ni si quiera eso se mantiene eternamente. No te preocupes sólo para mostrarme que lo haces, porque entonces es sólo un camuflado propósito. No creo que yo te preocupe. No creo que no pudieras vivir sin mí si te despidiese en esa acera mojada hoy mismo. Sé que no volverías para rellenar el formulario por segunda vez.
Hoy de repente, has perdido el misterio. Hoy de repente no me importa no verte. Hoy de repente no me interesas tanto como yo creí. Eludiendo las preguntas. Lo siento, pero adiós. Ya no me interesas.
Mess
Entre todo lo que cayó al suelo está ella. Entre piel de mandarina y tiritas usadas, entre kleenex y condones que no dicen más de lo que pretenden decir.
Navega en el mundo como la respiración de la nada, como una bolsa de plástico en un día de viento. Esperando una vez más a que la enciendan con ese mechero usado, recargado sin fuerzas. Tocando melodías tristes en su piano y escuchando una y otra vez los blues de Marlango o alguna cancioncilla de Billie Holiday.
No encontraba cuerda a la que atarse, ni café que la animase, y caía en el tabaco de repente, temblándole la mano. Se mordía las uñas, se arañaba, y a veces se arrancaba cabellos de cuajo. Y cuando no podía más se encerraba en su habitación, se tapaba los oídos con su almohada y se hacía un ovillo, casi desnuda, para llorar sobre su cuerpo, pidiendo que la abrazasen y abrazándose ella misma en la ausencia de brazos ajenos.
Miraba por la ventana, e intentaba sonreir a la niebla de la calle, pero en lugar de eso sólo le salía una extraña mueca con pretensiones demasiado altas.
Quizás perdió la habilidad para confiar en la gente y no sabe contra quién está jugando ni quién está en su bando. Perdió la habilidad para saber decir "necesito ayuda", para contar. Las manos le siguen temblando, una vez más. Por cuánto tiempo. Cuán lejos llegará esta vez, a dónde.
"No more, no less than a beautiful mess".
miércoles, 4 de marzo de 2009
domingo, 1 de marzo de 2009
Sin sentido
Hoy me duele la cabeza.
Desperté entre el sudor frío de no tenerte a mi lado. Saqué mis gafas y no las limpié antes de ponérmelas. Siguen sucias desde hace meses. Toso y veo que con no salir de casa no arreglo nada. Hoy estoy constipada. Hoy te echo de menos.
Una película lleva puesta en mi pantalla cerca de dos horas, y sigo preguntándome quién es ese que sale tanto. Cuál será su nombre y cuáles sus pretensiones. Y quieren que haga un trabajo con esta gran concentración que tengo.
Brrrr. El termómetro está frío. Como el zumo en mi mesa, y el mando de la tele. Un poco de calma, por favor. No me llaméis a gritos, voces inexistentes. Creo que he tirado la mandarina al suelo sin querer. Esas mandarinas gigantes que me ha comprado mi padre y que son completamente indigeribles. Bueno, a veces sí lo son, si consigues tragarte los gajos...
No tengo inspiración. Las musas se han ido a jugar al parchís. Así que creo que lo dejaré por hoy, no tengo ánimos de escudriñar en mi cabeza en busca de buenas palabras que llenen en vacío. Mañana nos vemos, ¿no? Mejor, mejor...
Desperté entre el sudor frío de no tenerte a mi lado. Saqué mis gafas y no las limpié antes de ponérmelas. Siguen sucias desde hace meses. Toso y veo que con no salir de casa no arreglo nada. Hoy estoy constipada. Hoy te echo de menos.
Una película lleva puesta en mi pantalla cerca de dos horas, y sigo preguntándome quién es ese que sale tanto. Cuál será su nombre y cuáles sus pretensiones. Y quieren que haga un trabajo con esta gran concentración que tengo.
Brrrr. El termómetro está frío. Como el zumo en mi mesa, y el mando de la tele. Un poco de calma, por favor. No me llaméis a gritos, voces inexistentes. Creo que he tirado la mandarina al suelo sin querer. Esas mandarinas gigantes que me ha comprado mi padre y que son completamente indigeribles. Bueno, a veces sí lo son, si consigues tragarte los gajos...
No tengo inspiración. Las musas se han ido a jugar al parchís. Así que creo que lo dejaré por hoy, no tengo ánimos de escudriñar en mi cabeza en busca de buenas palabras que llenen en vacío. Mañana nos vemos, ¿no? Mejor, mejor...
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