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lunes, 6 de abril de 2009

Se nos pasó el café

Una vez dijiste que creías nunca llegaste a comprenderme. Tristes palabras sacudiéndose en una situación aún más triste.

Ahora tengo la miel caducada en los labios, aunque sin rencores quemando el fulgor del ayer. Quizás no pregunto qué más pudo suceder, si todas las cartas se pusieron en la mesa desnudas, descubiertas a unos ojos fijos, mirando al punto inexistente.

No hubo culpas, ni las habrá mientras los suspiros vayan en direcciones contrarias y las risas se distraigan y alborocen. Mientras el filo de la navaja no haga eco de su brillo bajo el sol.

Se nos pasó el café por calentarlo demasiado, por cambiar el recipiente, por echar quizás demasiada azúcar y cambiarla después por sacarina. No pediré perdón pues creo que jamás se necesitará. Y aunque se necesite, mis labios permanecerán cerrados, como permanecieron los tuyos aquella vez...