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lunes, 9 de febrero de 2009

Convencimientos disimulados

Pensando en esta sociedad que tantas veces te engaña, te defrauda o te hace sentir domesticadamente feliz.

Nos enseñan a sentir, a vivir, a mentir, engañar y estafar. Desde un principio dejan claras las pautas a seguir, los estándares, las frases típicas de películas surrealmente moralistas. Te dicen el camino que hay que seguir para llegar a la meta que ellos quieran, aunque creas que es la que quieres tú. Nos enseñan a crecer y nos dicen qué debemos comprar, qué debemos vestir e incluso qué decir en cada momento determinado de nuestra vida, cuál es la sentencia más oportuna.

Nos venden un patriotismo, o una religión, o nuestro propio pensamiento. Y muchas veces nos sale caro.

Nos venden un ideal, un espejismo azucarado para entrar en la niebla en el laberinto de la mente humana. Nos dominan para creer en algo prefabricado, para seguir al rebaño hasta el precipicio. Y si te sales de éste te maltratan. Directa metafórica o dolorosamente. Te asustan para que vuelvas, para que te modeles y esculpas a su medida y no te llamen más "raro" o "extraño".

Ser diferente te puede marcar una gran diferencia.

Encajonan y seleccionan los compartimentos por los que tienes que pasar para llegar a cualquier objetivo. Para tener una casa, o un trabajo, o un perro que te mueva el rabo cuando llegues a casa del trabajo. Para seguir a una oficina, a un jefe, a un amor, a un país... Porque es lo que hay que hacer. Lo que hay que hacer.