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lunes, 23 de febrero de 2009

Otro dedicado

Aún recuerdo esas mañanas llenas de legañas y diademas. Aún recuerdo esos bolígrafos de colores que tanto llamaban tu atención, aunque siempre te decantabas por el que pintaba en negro. Aún recuerdo esas tímidas sonrisas que me dedicaste y que sigues dedicando, pero ahora de forma más directa.

Siempre me contabas historias, normalmente relacionadas con el género opuesto. Y yo escuchaba tus peripecias y te veía muchas veces resuelta, otras veces dudosa, pero siempre con una fuerte resolución final en todos los aspectos.

Crecimos y nuestros problemas crecieron con nosotras. Nuestros caminos se separaron, se bifurcaron bajo tu cielo, que fue de un color distinto al mío. Pero nos volvimos a encontrar otra vez bajo el rojo de la salida del sol. Y nos volvimos a separar para más tarde volvernos a unir. Más estrechamente y con más fuerza que nunca. Nos contábamos secretos, uniones de nuestras vidas pasadas, hechos insólitos, susurros en las noches en las que "aprendí a atarme los calcetines".

Y es ahora cuando a menudo pienso qué sería de mí sin los fideos en la sopa, sin la voz en la música, sin los gajos de la naranja, sin el sol en los amaneceres... Es decir, qué sería de mí sin tu sonrisa, sin tus llamadas, sin tus gritos ni tus golpes en el brazo. Qué sería de mí si de vez en cuando no me pellizcases el culo. Qué sería de mí si ahora no te tuviese cerca, sin esos bailes extraños, sin ese verano al sol en la pura vaguería de un pueblo perdido en vete tú a saber dónde.

Qué sería de mí sin vosotros, y sin ti, Iris. La sonrisa que siempre desearé que sea eterna. Te quiero.