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viernes, 27 de febrero de 2009

Pensamientos estúpidos

Ayer por primera vez vi la sombra del miedo en tus ojos. Solo un atisbo, durante un par de minutos, pero lo vi. O quizás fue lo que quise ver. Descubrí que todos somos frágiles en algún momento, que hasta las más grandes torres pueden caer por una bomba atómica o por una simple avioneta de papel. El arma del hundimiento es lo de menos, lo que cuenta son los motivos de ese hundimiento.

Comprendí que entre tantas personas siempre habrá alguien que se asemeje a ti, y siempre habrá alguien que sea todo lo contrario. En cualquier caso, las experiencias sacadas de ambos te hacen madurar, crecer en ti mismo y sacar conclusiones diferentes pero también provechosas. El secreto de la vida, en ocasiones, reside en conseguir sacar esas conclusiones, en aprender de esos momentos que, en la mayoría de casos, solo se presentan una vez.

Las opiniones formadas a partir de la propia experiencia únicamente sirven para el sujeto de experimentación. Y los resultados son tan variables que resultan impredecibles. Sin embargo, las opiniones se pueden forjar al paso o tras una meditación intensiva. Y si no sacas ninguna conclusión de lo que has vivido, probablemente es que no te importó mucho o que eres una de esas personas que pasan por la vida sin dejar huella, como dice mi amiga Bea. Sí dejan huella en ti pero tú no lo haces en los demás..., carece de interés.

Me resulta curioso darme cuenta de tantas cosas en este preciso momento de mi vida. Creo que no tiene nada que ver con la edad, simplemente las revelaciones llegan cuando tienen que llegar en el momento en que tienen que llegar. Dejarse arrastar o tomar una fuerte determinación son cosas que hay que hacer en algunos momentos, saber decidir qué camino es el apropiado; pero con paciencia todo llega.

Con dejarse arrastrar no me refiero a ser sumiso, sino a aceptar los planes de otras personas, a saber ceder cuando es necesario. Dejarse arrastrar o ser determinante son polos opuestos. Y como todos los polos, si no encuentras un camino equilibrado entre ambos, las repercusiones pueden ser extremadamente desastrosas, ridículas o patéticas. Es una parte más del juego que hay que seguir.